Hijos del desierto

Mamá, la lucha es necesaria.

Tu crees que estoy acomodado, que mi vida es sencilla, sin preocupaciones, con todas mis necesidades cubiertas, no te das cuenta que tan sólo alcanzas a ver una capa superficial de la realidad.

Como el desierto, que con un soplo de viento traslada la arena y en un segundo cubre una realidad, o descubre otra.

Como el desierto, que modifica completamente el paisaje tan sólo con el transcurso del tiempo.

Como el desierto, compuesto de miles de granitos de arena, que van y vienen, que flotan en el ambiente o se incrustar en la piel, o te llenan los ojos hasta hacerte llorar. Al igual es mi carácter, compuesto por miles de emociones, que van y vienen, se clavan en mi piel, se meten en mi nariz hasta hacerme reír o en mis ojos hasta lograr que lloré.

Así es mi estado de ánimo, como el desierto, variable, volátil, inhóspito, sin formas definidas ni contornos claros, eterno en cada momento pero nunca cómodo.

Los seres humanos siempre están dispuestos para la batalla, está en sus genes, el deseo puede estar cubierto de una fina capa de arena, como la espada. Y como la arena, tan sólo un soplo de viento puede cubrir todas las señales tras la batalla, pero la muerte, el dolor, el miedo, todo sigue allí, aunque a simple vista nadie pueda percibirlo.

Siempre estamos en lucha, batallas contra los demás, para buscar nuestro sitio, demostrar nuestros logros. También batallas contra nosotros mismos, para moldear nuestro carácter, para vencer nuestros miedos, para levantarnos cada mañana, para cumplir nuestras propias expectativas.

No debes privarnos de las armas. La espada es necesaria, ella marca nuestro camino, simboliza nuestro poder y da valor a nuestra identidad.

No nos prives del acero, templará nuestro carácter hasta convertirnos en nuestra mejor versión, al igual que él, recibiendo golpes tras haber sido sumergido en el fuego de la vida. Las llamas del amor y el fuego de la pasión calienta nuestro interior y nos hace vulnerables, de esta forma los golpes nos modelan, la vida nos da forma y nos hace mejores personas.

Soy tu hijo y cómo tu soy el hijo del desierto.

Enseñarme a manejar la espada, con ella y en la batalla moldearé mi carácter y mi personalidad, luego partiré siguiendo la voz del desierto, para vivir mi vida, para encontrar mi perla.

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